Jess encuentra un mueble en la calle, cree que se vería bien en la casa. Al meterlo, Schmidt de inmediato exige que se lo lleve. La inquilina hace caso omiso de las amenazas y no solo le da un lugar dentro de la estancia sino además altera la decoración tan milimétricamente realizada por su compulsivo amigo. La confrontación es áspera pero parece que le han dado la razón, hasta que Schmidt no logra contener sus impulsos y destruye, involuntariamente, el nuevo estante. Ella decide ayudarlo con su trastorno obsesivo, dándole un tour por la "limpia" playa, donde se encuentran personas de todo tipo: exhibicionistas, hippies, vagabundos, entre otros ocupantes bastante exóticos. Por su parte Winston le gana poco más de 400 dólares a Nick en una partida de poker. Ambos se encuentran en bancarrota por lo que el ex basquetbolista insta de la forma más amable posible cobrarle a su amigo, rebajándole a la mitad la deuda, sin embargo, ni con esa negociación consigue que le pague. El famoso "ecosistema" que tanto hablaban ellos con Jess, antes de ayudar a Schmidt, ha sido corrompido, por su intervención. Schmidt era el encargado de poner orden dentro de la casa, cocinaba y limpiaba. Ahora, por darse cuenta de la otra forma de vivir gracias a Jess, ya no le importan esos menesteres. Así que los tres inquilinos deberán convencerlo para que regrese a su antiguo rol de "Madre de Familia".
Cada uno tiene su función en la casa y dentro de la amistad. Nick es el desobligado, y el reparador de cosas; Winston el práctico; Jess, la inocente, soñadora y hasta le da un punto de calor al departamento; y Schmidt es el personaje que establece el equilibrio, siempre es necesaria una persona que diga qué está bien y qué está mal, sino sería una anarquía. Por consiguiente es el capítulo donde más desarreglado se ve a Schmidt, sin olvidarme de la "salvaje y dura" pelea que tienen Winston y Nick.
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