Verano de 1978 en la República Democrática Alemana, un niño mira la televisión; Alexander Kerner (Daniel Brühl) observa como su ídolo Sigmund Jähn (Stefan Walz) es el primer alemán de la República en viajar al espacio, mientras tanto, en la cocina su madre pelea con unos agentes del gobierno por la ausencia rutinaria del Sr. Kerner (Burghart Klaußner), sus viajes continuos al lado Occidental no son claros. Christiane Kerner (Katrin Saß), se da cuenta que su esposo la ha abandonado, entra en una depresión profunda, no dice una sola palabra; un día, al cumplirse ocho semanas llega al departamento como si nada hubiese pasado, el pequeño Alex, quien la visitaba a diario, fue el primero en recibirla. La nueva Sra. Kerner sustituyó a su esposo con la República Democrática Alemana, su compromiso era tal que prácticamente decidió casarse con ella y su nueva pareja le reconocía su furibundo activismo por medio del Partido Comunista de Alemania (KPD). Con su nueva forma de vida llegó el año de 1989, y la Alemania Oriental festejaba su cuarenta aniversario, Christiane era invitada a las celebraciones, sin embargo, en el camino una manifestación de jóvenes, por el libre transito, obstaculizaba el camino, los policías los reprendían con toda la fuerza y ahí estaba Alex pidiendo que los dejen viajar a donde les plazca, su madre al enterarse de su presencia cayó en una terrible desilusión, se sintió engañada, una vez más, provocándole un infarto que derivó en la entrada a un estado vegetativo.
En unos meses Erich Honecker, jefe de Estado, decidió renunciar, la caída del muro de Berlín era inminente por fin los alemanes eran libres. Alex cuidaba a su madre en coma, tales visitas diarias le permitieron conocer a Lara (Chulpan Khamatova), una joven enfermera. Durante los ocho meses que duró en ese estado, se perdió: el acercamiento de su hijo con la estudiante en enfermería y como éste abandonaba el viejo taller del partido de los obreros para que las personas conozcan más allá de las fronteras, es decir, técnico en antenas parabólicas; las primeras elecciones democráticas; su hija Ariane (Maria Simon) abandonaba su carrera universitaria por el dinero capitalista; la remodelación de la casa, el arribo de los camiones de Coca-Cola a Berlín.
A inicios de 1990 despertó, no obstante, en un estado de salud crítico, el doctor en turno advirtió no exponerla a recibir noticias que la alteren, de lo contrario un nuevo infarto llegaría.
Alex hizo caso omiso sobre la recomendación de dejarla en el hospital, y la llevó a casa para festejar su cumpleaños, lo que desencadenaría un sin número de acciones para evitar que su madre se entere del derrocamiento del régimen socialista en la Alemania del Este, uniéndola a la Federal.
Wolfgang Becker hace de Good bye, Lennin! su obra maestra, una cinta alemana laureada como la mejor película europea en el 2004 por el Festival de Berlín, los Premios César del cine francés, los Premios Goya y también fue nominada en los Globos de Oro como mejor película extranjera. Reconocida por toda Europa, es un retrato de los deseos incesantes de un hijo por el bienestar de su madre con el pretexto de la reunificación alemana.
Esta obra de arte, es una película dentro de varias aparte de la ya citada relación de Alex con su mamá, lo que es sin duda el punto central de la trama, es un documental: por el recuento histórico de los acontecimientos que derivaron en la caída del muro de Berlín, cómo vivieron los alemanes ese cambio brutal en todos sentidos (de vida, de costumbres, de tradiciones), la reactivación de la economía por el cambio de moneda (el Marco alemán se convirtió también en la moneda corriente en la extinta Alemania Oriental); es una mini cinta de amor por el romance vivido entre Lara y el joven protagonista; es drama por la enfermedad de la señora Kerner, la confesión de una mentira de ésta que ha repercutido en la vida de sus hijos y el reencuentro de Alexander con alguien que no ha visto en mucho tiempo; además es comedia por las peripecias que tiene que sufrir Alex al ocultarle la realidad exterior a su madre, va desde cambiar todos los muebles por los viejos, conseguir los viejos envases de productos socialistas para introducir el nuevo contenido global, llevarle sus viejos camaradas socialistas como si nada hubiera ocurrido y hasta crear un noticiero con el compañero de trabajo, Denis (Florian Lukas), aprovechando sus deseos por convertirse en cineasta.
Y como no podía ser de otra forma, el fútbol toma parte importante en la reunificación de los alemanes, uniéndolos como sociedad al tener ese éxito en el Mundial de Italia '90, tanto socialistas y capitalistas, como orientales y occidentales adoptaron el título como propio solidificando una relación distante, no cabe duda que sólo un deporte colectivo como el fútbol puede lograr tal comunión, obviamente Wolfgang Becker lo representa en el metraje.
Espectacular en: TODO. La ambientación que hace el director de la vieja Alemania Oriental es estéticamente perfecta. El guión, donde también colabora, es una joya. La banda sonora de Yann Tiersen, el mismo compositor de Amélie. La actuación de Daniel Brühl es enternecedora, cómica, eufórica, por algo se fijó en él Quentin Tarantino para que le diera vida al heroico Fredrick Zoller en Inglourious Basterds. La creatividad de su personaje con Denis para realizar esas notas en un noticiero ficticio. Y lo más importante para mí, la visión del director de un socialismo ideal, en la escena del noticiero de Denis donde el ex cosmonauta Sigmund Jähn (caracterizado como un hombre importante) le lee un mensaje a la señora Kerner por la caída del muro de Berlín, ese mensaje es la parte más brillante del metraje, lo que debería de ser el socialismo, sin olvidarme de la escena final, a más de uno le sacará una lagrima.
Pudo mejorar en: .....
Pésimo en: la costumbre de las personas de ver sólo cine Hollywoodense, el europeo es, muchas veces, tremendamente superior, tal vez no en calidad por la falta de presupuesto pero sí en contenido.
Asimismo el nombre es engañoso, sin embargo, no todas las películas buenas son las que están anunciadas en la televisión o las publicitadas decenas de veces por cielo, mar y tierra, se tiene que ir más allá que ver una simple portada desconocida, y arrojarla al fondo del estante por ignorancia.
Le doy un: 10
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